noviembre 16, 2023

El martes 21 puede ser un gran día

Por Andrés Gauffin

El domingo voto a Massa porque sé muy bien que no va a solucionar todos los problemas de la Argentina.

Pero ha tirado líneas razonables de cómo va a trabajar para hacerlo. Y ha dicho que que los argentinos y las argentinas tenemos que trabajar para lograr cambios que mejoren sus vidas.

Del otro lado, una ilusión muy grande: bastaría con derribar el Estado, acabar con la casta, y «terminar con el kirchnerismo para siempre» para que una mano invisible lo solucione todo.

Paradoja del discurso libertario: mientras da vivas a la libertad como algo abstracto, juega con la fantasía de muchos argentinos y argentinas de que algo como el mercado o alguien como un presidente, lo solucione todo de una vez por todas.

Así, en nombre de la libertad, su campaña fue construyendo la legitimación de un gobierno autoritario: mercados libres y gobiernos autoritario, fórmula 1976.

Y es que muy pocos seguidores de Milei piensan para sí que en adelante tendrán que salir, como una empresa, a competir con el resto del mundo, y venderle sus productos libremente a una empresa de Estados Unidos, sin que si quiere interfieran las leyes de ese país.

Y que estará bien que que queden en la bancarrota cuando -en palabras harto citadas de Benegas Lynch- no brinden los mejores servicios a su prójimo.

No, desean que alguien como Milei o algo como el mercado lo solucione todo. Y se han acostumbrado a culpar al kirchnerismo -demonio similar al marxismo y al comunismo- como el único culpable de que ese milagro no se produzca.

Qué paradoja. Quienes comenzaron a tener voz en la política solo para despreciar a los «planeros» y a los que «viven» del Estado, terminan esperando que un gobierno autoritario y una mano invisible del mercado les solucione mágicamente todo.

Una vuelta más de esta construcción autoritaria es las exaltación de la ignorancia y a la inexperiencia como un punto positivo de Milei, que hasta el muy ilustrado diario La Nación remarca.

Después del debate del domingo, un hombre que siempre se precia de sus citas y sus conocimientos como Carlos Pagni en ese diario, ha escrito que la falta de experiencia en política de Milei -en contra del «profesionalismo» de Massa-, tal vez le juegue a favor.

Y es que ya cuando termina la campaña, no es la capacidad de Milei de citar de memoria párrafos de Hayek o de Benegas Lynch lo que le ponderan los medios, ni de exponer teoremas financieros que nadie comprende.

Es más bien su ignorancia de las realidades sociales y políticas del país, su locura y su falta de experiencia, lo que se pone en valor.

Es que no sólo «la casta», también la experiencia y el conocimiento es «lo mismo» de siempre: mejor es apelar a la ignorancia, y al cuasi desequilibrio emocional. Ahí comienza el cambio y lo nuevo.

No podemos lograr, difunden los libertarios, el cambio con los conocimientos y la cordura de siempre; probemos con un poco de ignorancia y cierta dosis de locura.

En el debate del domingo pasado Milei evidenció que no conoce las provincias: no mencionó un sólo problema regional, por lo que se puede sospechar muy bien que no sabe si se produce tabaco en el norte argentino o en Tierra del Fuego.

Milei también ha evidenciado que no tiene muy claro cuáles son las funciones de las Fuerzas Armadas, de Gendarmería y de las policías provinciales: parece que La Nación y los ilustrados que trabajen para Milei esto no es un problema, sino una chance.

Milei ignora la Constitución cuando habla de Malvinas. Y es que esa ley fundamental es lo mismo de siempre, y con lo de siempre no se puede hacer nada nuevo: es mejor ignorarla, y hasta exhibir esa ignorancia. Pero esto no es un problema para la «Tribuna de doctrina», como le gusta llamarse a sí mismo el diario de Mitre.

Milei enfatizó que la educación es una facultad de las provincias: ignora que las Universidades Nacionales, son eso, nacionales.

Una buena dosis de ignorancia y de exaltación de la ignorancia puede resultar clave para levantar gobierno autoritarios, tarea tan del agrado de La Nación.

Cuando en marzo de 1976 el golpe de las Fuerzas Armadas inauguró la dictadura más sangrienta de la Argentina, sus órganos de prensa difundían encuestas televisivas en la calle. Me quedó en la memoria una señora que en la pantalla blanca y negra justificaba el golpe como «un borrón y cuenta nueva», profecía tan horrorosa de las desapariciones de personas.

Ahora no sólo hay que borrar la casta, hay que borrar también la experiencia y los conocimientos: es mejor que todo quede en mano de un loco, no de un candidato que conoce.

Hay por supuesto, diferencias con 1976: ese año era la gravedad de Videla lo que se exaltaba. Ahora es la liviandad con la que un candidato exhibe su ignorancia, en medio de sus insultos.

Yo no me pliego a esa ilusión. Prefiero apoyar a un candidato que ha enfatizado que el cambio, para mejor, se llega a través del trabajo de cada día. Y que si el trabajo no tiene derechos, la Argentina no va para mejor. Y que mejor es conocer que ignorar para lograrlo. Y aprender de la experiencia y la memoria.

Quiero decir que el domingo 19 puede ser un gran día. Pero el martes 21 también.