mayo 11, 2024

Una plegaria para monseñor

Por Andrés Gauffin

No hay como ver La Nación + para medir el extremo de la decadencia de esa derecha argentina cuyo único empeño político es la de destruir para siempre el peronismo o el kirchnerismo, como quieran llamarlo, y creen que todo lo viene bien para lograrlo.

Porque intentar presentar al obispo Mario Cargnello como un kirchnerista, es de una ridiculez extrema, mucho mayor. que la del monseñor que apareció en todos los teléfonos salteños confesándole al policía de tránsito que no llevaba carnet de conducir y que algo había bebido en una cena con sus amigos.

Nooo, señores Majul, Viale y demases operadores de la Nación, a ver si se enteran. Cargnello tiene tanto de kirchnerismo en sus venas como la mismísima Lilia Lemoine. Nuestro monseñor es un ejemplar del visceral anti peronismo de la casta sacerdotal argentina, que de vez en cuando –y cuando las cámaras están prendidas-, dice palabras bonitas sobre los pobres, que presidentes como Mauricio Macri reciben con agrado.

En efecto, “llévate el rostro de los pobres” le dijo públicamente Cargnello a un Macri que ya se estaba despidiendo de la presidencia, recordó estos días La Nación decadente, como ridícula prueba del alineamiento de nuestro monseñor al kirchnerismo.

Pero quienes desde la prensa trabajan a destajo para la decadencia, nunca van a reparar que pese a aquellas sentidas palabras, Cargnello nunca le reprochó públicamente a un gobernador Juan Carlos Romero, por ejemplo, ex «justicialista» y ahora libertario, que durante su gestión haya hacinado miles de familias salteñas en los barrios del sudeste de la capital de la fe, en medio de los basurales, sin agua y sin luz –tal como lo denuncian, por ejemplo, la historiadora Raquel Adet o el periodista Daniel Tort.

Y que haya creado con sus mismas políticas estatales las condiciones para el “milagro” capitalista de San Lorenzo Chico, donde viven los pocos que en la misma ciudad –y autopista de por medio- han sido elegidos como argentinos de bien que son para vivir como en un cantón suizo de primera.

Como estos representantes de la decadencia –Ceferino Reato es su estrella-son puntuales con sus compromisos y no dejan de pasar una para lograr sus objetivos, estos meses comenzaron a aparecer libros para insistir que al cura Carlos Mugica lo mataron los Montoneros, con  lo que pretendieron convertir la conmemoración de los 50 años de su asesinato –hoy 11 de mayo de 2024-, nada más que en una ocasión para seguir mintiendo en pos del bello ideal bullricheano de hacer desaparecer el kirchnerismo para siempre.

No, a Carlos Mugica, este cura nacido y vivido en el pituco barrio Norte de la capital argentina que, sin embargo, se comprometió hasta el tuétano para que su vecinos de las villas de Retiro, del otro lado de la avenida del Libertador, lleguen algún día a  vivir en una casa digna y que entendió con su lucidez y honestidad que no podía lograrlo sin su compromiso político explícito con el peronismo, lo mató la Triple A.

Al Mugica que, tragándose su miedo de ser expulsado de su Iglesia,  se le plantaba a su monseñor Juan Carlos Aramburu de Buenos Aires, y le reprochaba públicamente la tibieza de su compromiso y su inútil envalentonamiento para callarlo.

A este Mugica que aseguraba que no estaba dispuesto a matar, pero que estaba dispuesto a morir por el pueblo que había elegido, figura enorme que empequeñece aún más a los purpurados que no dejan de hablar de la vida eterna, pero se aferran con uñas y dientes a sus pequeñísimas vidas en este mundo, dedicadas a las moralinas y a las admoniciones y que le temen a la muerte más que al mismo demonio.

A ese enorme Mugica que en 1974 era denunciado como “marxista” en los mismos panfletos que al jesuita George Haas, entonces rector de la Universidad Católica de Salta, el mismo año «renunciado» de esa casa de estudios y expulsado del país.

A ese Carlos Mugica, tan integrante de los sacerdotes para el Tercer Mundo, como el cura español Vicente Bas expulsado también de esa Salta conservadora de fines de 1974, detenido por la Policía de Salta no bien Isabel Peón decretó el estado de sitio, y dejado en Ezeiza para que vuelva a su país, porque su barba y sus trato con los pobres y los jóvenes salteños no condecía con el decoro propio de la casta sacerdotal salteña.

A ese Mugica, lo mató la triple A. Es decir, lo mató esa derecha que se disfraza de peronismo precisamente para frustrarlo, vieja historia argentina.

Y si no, vean al mismo Romero, el Milei salteño muchísimo antes que Milei, que en los 90 se hizo peronista para en primer lugar cesantear a miles de empleados públicos, y segundo lugar privatizar el agua y la luz, y en tercer lugar hacer su RIGI propio con la privatización de los juegos de azar. Y es que en los 90, el disfraz de peronismo rendía, pero ahora los es el anti peronismo más cerril.

A Mugica lo mató esa derecha que también se disfraza de cristiana, nada más con el objetivo de que los ricos continúen enriqueciéndose y los pobres sólo incrementen su indigencia y su silencio, sólo a cambio de la promesa de vida eterna.

Pero monseñor Mario , no le vamos a pedir que tenga en claro todas estas finuras históricas y políticas, tan atareado como está porque el catolicismo salteño conserve prístino sus dogmas, su moral de cristiandad y la solemnidad de sus liturgias y sus procesiones.

A usted lxs salteñxs sólo le vamos a pedir que cuando salga en auto para cenar con sus amigos no olvide llevar su carné de conducir, tarjeta verde y comprobante del seguro como cualquiera de los mortales de aquí circulan por las calles de la vida.

Y que cuando lo sorprendan en falta pague su multa, si no con la unción con la que reza los avemarías que le ordena su confesor, sí con la humilde idea de que respetando también esas normas contribuirá un poquitín al cuidado de las vidas sobre lo que tanto gusta pregonar.

Y le vamos a pedir por último -ya sabe que aquí a cada salteño le gusta hablar en nombre de todos- que una noche de estas, cuando no esté frente a ninguna cámara de televisión ,ni ante presidente alguno, ni sus palabras sean propaladas por los megáfonos ante la multitud, ni haya un celular filmándolo a escondidas, sino cuando se encuentre bien solo y casi a oscuras en la Catedral, tal vez frente a las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro, y también frente a su conciencia, y con la poca vergüenza que nos queda a lxs argentinxs debido a la epidemia de psicopatía que nos aqueja, rece esta plegaria que el padre Mugica rezaba con la misma valentía con que afrontó los 14 balazos que terminaron tan temprano con su vida.

«Señor, perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos que parecen tener ocho años, tengan trece;

Señor, perdóname por haber acostumbrado a chapotear por el barro; yo me puedo ir, ellos no;

Señor, perdóname por haber aprendido a soportar el olor de las aguas de servidas, de las que me puedo ir y ellos no;

Señor, perdóname por encender la luz y olvidarme de que ellos no pueden hacerlo;

Señor, yo puedo hacer huelga de hambe y ellos no, porque nadie hace huelga con su hambre;

Señor, perdóname por decirles «no sólo de pan vive el hombre», y no luchar con todo para que rescaten su pan;

Señor, quiero quererlos por ellos y no por mí. Ayúdame.

Señor, sueño con morir por ellos: ayúdame a vivir para ellos.

Señor, quiero estar con ellos a la hora de la luz. Ayúdame.»