octubre 17, 2023

El rugido del león contra los tabacaleros

Por Andrés Gauffin

-¿Milei, qué piensa hacer con el Fondo Especial del Tabaco, si llega a ser presidente? , alcanzó a gritarle una periodista, en un momento de la caravana del viernes pasado por las calles de la capital salteña.

El candidato hizo detener la marcha y silenciar los altoparlantes, para que sus palabras se escucharan como un rugido salido de su abundante cabellera.

-Piba, lo que me estás diciendo es un eufemismo. ¿Porqué no le explicás a la gente que el Fondo Especial del Tabaco que el Estado le regala a los tabacaleros es un subsidio que alguien tiene que pagar?

El rugido enfervorizó aún más a lxs integrantes de la caravana, que en cuanto escucharon la frase sagrada «alguien lo tiene que pagar» comenzaron a gritar «libertad, libertad, libertad!»

Milei se cebó aún más con los cánticos que la multitud, como un carne fresca aún chorreante de sangre, le tiraba a su león.

-Síiiii, libertad, se plegó el candidato. Que avance la libertad de cada uno de fumar los cigarrillos que quiera, que cada uno viva y que se muera como quiera, pero sin pagar un maldito impuesto al Estado corrupto, sólo para que los políticos lo repartan entre sus amigos tabacaleros acostumbrados a la prebenda. Defendemos la libertad de morirnos de cáncer, sin pagar impuestos y sin darle un dólar a la casta!!!

´Ágil ya para este tipo de situaciones de campaña, Milei hizo la pausa justa para que el animador comenzar de nuevo con el «libertad, libertad….». Pero cuando escuchó eso de retirar subsidios al campo, Alfredo Olmedo comenzó a hacerse el distraído y a insistir con su estrategia de tirar dólares falsos al aire. A su lado, Emilia Orozco no podía explicarse porqué el hombre de gorra amarilla no vivaba las sabias palabras de Milei contra todo tipo de impuestos y de subsidios estatales.

La periodista -la de verdad, no Orozco- sin embargo, no se amilanó, y como buena y aguerrida feminista que era, se subió de un sólo salto a la Hummer ploteada, le arrebató el micrófono al candidato de la Libertad Avanza y le preguntó de nuevo.

-¿Pero usted piensa en dejar desamparadas a tantas mujeres del campo que trabajan en el surco, en las fincas del Valle de Lerma, y que sólo tienen ese recurso para mantener a sus hijes? ¡Ahora mismo están colocando los plantines!

Ahí se me ocurrió que era buena la pregunta, porque se acercaba el día de la madre, y la periodista ganaba así la atención por lo menos del público femenino. La multitud, en efecto, hizo una pausa para escuchar la respuesta de su líder.

-Si la producción del tabaco no es rentable sin ayuda del Estado, tendrán que reconvertirse, rugió el candidato. Porque durante mi gobierno, cada uno tendrá la libertad de hacer dinero como quiera, comprando y vendiendo oro, o bitcoins, o haciendo especulaciones inmobiliarias. O poniendo sus ranchitos en alquiler para ofrecerlos en Booking. En vez de pesos de los malditos políticos, van a recibir dólares. Miren si no al norteamericano Doug Casey, que es amigo de Juan Carlos Romero, la cantidad de dinero que hizo especulando sin ayuda del Estado y la hermosa estancia que sólo por el ejercicio de su libertad tiene en Cafayate…

Cuando, como todos las madrugadas del sábado, escuché el chirrido del camión recolector, me reproché no haberme informado en la noche del viernes con el matutino independiente de la marcha libertaria y del esperado discurso de Milei, en vez de haberme abandonado a la nostalgia escuchando canciones de Leo Dan.

Todavía en la duermevela, pude recordar aquella vez -1992 o 1993- que otro señor de ojos celestes, pero pelada pronunciada, llegó a Salta como un ministro de Economía de gran prestigio que, con su convertibilidad, había hecho desaparecer la inflación.

-¿Qué piensa hacer con el Fondo Especial del Tabaco?, recordé que le pregunté como serio periodista de El Tribuno que era, y subido a un colectivo que transportaba por la ciudad de Salta a todo el gabinete nacional de Carlos Menem.

-Los tabacaleros tendrán que reconvertirse, me contestó sonriente. Porque Domingo Cavallo era en ese momento un ganador que parecía llevarse todo por delante, no el Cavallo irascible de algunos años después cuando la convertibilidad se llevaba puesta a la Argentina, y que tan bien representa Luis Machín en la serie «Diciembre 2001».

Mientras veía la primera luz de ese sábado -y nada más que para hacer un poco más de fiaca- recordé cómo esa frase de Cavallo se había convertido en el título de tapa del día siguiente, pese a que el entonces joven senador nacional y propietario del diario, Juan Carlos Romero, hacía todos los lobbies a favor de los tabacaleros.

Ya levantado y con un mate en la siniestra y una tortilla en la diestra, recordé también que Cavallo pensaba -lo sigue pensando- que el FET es un subsidio Estatal y como consecuente liberal quería eliminarlo, y que si la actividad daba pérdidas sin el subsidio estatal, los tabacaleros debían cambiar de rubro, «reconvertirse» según la jerga que el liberalismo económico había impuesto en los 90.

Entonces me dí cuenta que mi pesadilla no había sido tan disparatada: Si Milei considera a Cavallo como el mejor ministro de Economía que tuvo el país seguro prepara la eliminación lisa y llana del Fondo Especial del Tabaco, tan a tono con el ultra liberalismo de ambos hombres de ojos celestes, pero muy diferente cobertura craneana.

Así que, abrí El Tribuno para informarme del acto en el monumento de Güemes donde seguro Milei le había anunciado en la cara a los tabacaleros que les va a quitar el FET, de llegar a ser presidente. Porque es un león que no le teme a nadie, eso no lo duda nadie.

No bien leí el título del matutino, terminé de convencerme que había sido así.: «el León rugió en Salta».

Pero la crónica relata la transformación de un león en michifú, como dándole la razón a Myriam Bregman. «… luego de unos minutos, los candidatos desaparecieron de la escena y la música se apagó…con el correr de los minutos quienes estaban más cerca del escenario empezaron a retirarse y se corrió la voz de que no habría oradores. El acto se había terminado casi sin empezar».

Terminé dándole la razón a mi querida abuelita que me repetía que para que no se cumplan las pesadillas, debía desayunar lo más temprano posible, antes de hablar con nadie Y así lo había hecho.

El domingo que viene, por supuesto, desayunaré a las cinco de la mañana, para espantar todos los malos sueños de mis últimas noches. Hagan ustedes lo mismo y pónganle a la tortilla mucha manteca y mermelada.