agosto 17, 2023

¡Oh, me van a dar un voucher!

Por Andrés Gauffin

Yo confieso que me sentí importante aquella noche de Caracas que me cancelaron un vuelo y para pasarme la franela los empleados de la línea aérea me ofrecieron un voucher para dormir en un hotel.

¿Un voucher a mí? Y es que era la primera vez que escuchaba la palabra. Soy un salteño que maneja fluido el meta y el chuy, y los distintos usos del «aca»-, pero de inglés, poquito poquito.

¡Un voucher! Y me fui contento a dormir en un hotel al que llegué a las cuatro de la mañana -tengo que reconocer que podía elegir otro, pero un poco más lejos- donde después de ducharme me acosté a las cinco para dormir dos horas, porque a las 7 debía elegir entre sandía o melón para desayunar, el voucher lo incluía, antes que la combi pasara para llevarme de nuevo al aeropuerto.

Una cagada. Pero a mí me habían dado un voucher. Y bien que, cuando llegué a Salta, se lo hice saber a mis compañeros de trabajo del diario que me había pagado el viaje.

Ahhhhh, no saben ustedes lo bueno que fue la vuelta, si hasta me dieron un voucher, les espeté en seguida. Ellos me miraban con con ojos y cola de perro desconfiado, porque no sabían lo que era un voucher. No sabían, pero no querían quedar en evidencia y no disponían del google para desburrarse a escondidas.

Y ahora resulta que Javier Milei mira fijo a lxs periodistas que lo entrevistan y les asegurara que si es presidente distribuirá entre los jóvenes un voucher para que vayan a estudiar a la universidad, porque él va a subsidiar la demanda educativa y no la oferta.

Y lxs periodistas se quedan obnubilados como mis compañeros del diario, y no se les ocurre googlear en su celu la palabra voucher para darse cuenta de que en realidad sólo es un vale.

El voucher es un vale, ni más ni menos. El voucher es el cartoncito forrado con cinta de enmascarar que te da como vuelto el almacenero de la esquina que se quedó sin billetes de cincuenta.

Y ya podemos sospechar por muchas razones que el vale tiene un papel -valga la redundancia- clave en la Argentina distópica de Milei.

Hay que reconocerle su coherencia, además del buen manejo de los eufemismos. Porque aunque no tengo un dotorado, ni un masters en economía, me huelo que en la Argentina primera potencia mundial, según Milei, de finales del siglo XIX donde el capitalismo campeaba a sus anchas, el estanciero de la Patagonia o de la Pampa pagaba con vales a sus obreros, mejor dicho vouchers. No con dinero de curso nacional.

Claro que el peón tenía la libertad de cambiar el vale por fideos con gorgojos en cualquiera de las tiendas del patrón. Y es que la libertad ya avanzaba en ese momento.

Que a eso quiere llevarnos de vuelta hubiera salido a la luz si lxs sesudos periodistas que entrevistaron a Milei estos días, le hubieran preguntado qué va hacer la institución educativa con esos vales -perdón, vouchers- que les van a llevar lxs estudiantes.

¿El gobierno se los va a cambiar por pesos? Pero si ya no se van a emitir pesos. ¿Se los va a cambiar por dólares? Pero si los dólares los van atesorar los exportadores, y el gobierno no va a tener ni Banco Central para guardarlos. ¿Los pondrán en un cuadro?

¿O esas universidades podrán convertir los vouchers educativos por tickets canasta para pagarles con ese medio de pago a los docentes?

Siii, usted acertó.

Y ahora que Milei ha reconocido que los ticket canasta fueron en realidad los primeros vouchers que utilizamos en el siglo XX, podemos hacer la asociación entre lo que quiere el candidato y lo que hizo su admirado Domingo Cavallo.

Porque en la Argentina del 1 a 1 comenzaron a escasear los pesos cuando ya no llegaban los dólares vía deuda para respaldarlos. Entonces al mejor ministro de Economía de la Argentina y de todo el orbe mundial, se le ocurrió autorizar a los empresarios pagar parte del sueldo de sus empleados con un vale, que le llamó ticket canasta porque creía que el inglés era lo más.

Y bueno. Milei quiere que volvamos a esa Argentina esplendorosa de finales del siglo XIX, y aunque no construiremos palacetes franceses o ingleses, al menos compraremos la yerba mate y la comida del perro con vouchers.

Vouchers para elegir una universidad, pero también para cobrar el sueldo, para comprar en el super, y tomar un café soñando que estamos en Londres porque pagaremos con vouchers. Es decir vales. Porque no tendremos un mísero peso, y los verdes se lo quedarán los de arriba. Así cualquiera derrota la inflación.

En realidad salteñas y salteños ya habíamos usado vouchers cuando escaseaban los pesos en los años ochenta, pero el gobernador Roberto Romero, con menor facilidad para el inglés, les puso el horrible nombre de bonos de cancelación de deuda.

Eran vales para el almacén, y para una lotería de los viernes a la noche, engañapichanga con que don Roberto lograba que lxs salteños nos claváramos todo el fin de semana con los bonos porque soñábamos ganar un 0 kilómetro.

Si para engañar vale todo.

Así que no mister Milei, no me llame voucher lo que sólo es un vale. ¡Eso tá pal aca! Y perdone que no se lo diga en inglés.