febrero 28, 2023

La estafa de Larreta

Por Andrés Gauffin

La cuestión política de peso no es que exista una grieta en la Argentina. La cuestión es que se haya creado el término de «grieta» como si con su simple alusión se diagnosticara la situación social y política del país y se diseñara un programa de gobierno.

Horacio Rodríguez Larreta, con un faro de fondo, acaba de lanzar su precandidatura presidencial usando así ese término.

«Los únicos que se benefician con la grieta son los que la abrieron, los que se aprovechan de ella. Los que la usen son unos estafadores. O terminamos con la grieta o la grieta termina con la Argentina», dijo proponiéndose como el gran superador.

El discurso de la grieta no sólo manifiesta la pobreza discursiva de quienes la enuncian. También funciona como un revival de la teoría de los dos demonios que se utilizó como justificación para la dictadura y sus crímenes.

Sea la grieta o los dos demonios, este tipo de discursos políticos tiene sus efectos, y hace noventa años un comunista italiano lo advirtió desde una cárcel, a la que había sido enviado por Mussolini, acusado entre otras cosas de fomentar divisiones entre los italianos.

«El estallido de la guerra mundial ha demostrado cómo las clases y los grupos dirigentes saben aprovechar estas ideologías aparentemente inofensivas, para determinas las oscilaciones de la opinión pública», le respondía Antonio Gramsci a su cuñada Tatiana, que le había escrito adhiriendo a la concepción de los dos mundos -el judío y el no judío- que se extendía por Europa.

«Comprendo perfectamente que tú no participarías en un progrom, aunque para que un progrom pueda producirse, es necesario que se difunda mucho la ideología de los dos mundos impenetrables, de las razas, etc.», le advirtió en la misma carta de 1931.

Y sí, la tan inofensiva teoría de los dos demonios ha sido enunciada tantas veces por gente inofensiva que nunca hubiera participado activamente del funcionamiento de un centro clandestino de detención, pero ¡cómo la extensión de la teoría contribuyó a que se crearan! Y cómo, después fue utilizada para obstaculizar los juicios contra sus responsables.

No fue extraño que también gente inonfensiva que adhería a esta concepción de la grieta contribuyera a través de las redes a la difusión de lamentaciones porque la bala contra Cristina Fernández no hubiera salido de la recámara.

No señor Larreta, el estafador es usted, que nos quiere vender la doctrina de la grieta como si fuera un gran programa de gobierno, cuando en realidad sólo ofrece un rancio refrito de la doctrina de los dos demonios , -o de los dos mundos- para intentar captar a los incautos que todavía sueñan con una sociedad sin conflictos.

No deja de ser extraño que dirigentes y partidos de Salta que ya se candidatean invocando al «salteñismo» -como uno de sus grandes tópicos- se propongan a sí mismos como superadores de la «grieta», fantasma tan agitado por medios porteños y el propio jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.

No señores y señoras que pugnan por ser incluidos en una lista para las elecciones provinciales. Ni grieta ni salteñismo. Propongan ideas, expongan sus concepciones políticas y económicas. Sincérense y expongan qué intereses van a representar y cómo. Lo que antes se llamaban ideologías. ¿Es mucho pedirles?

Ni tampoco la simplona y también engañosa promesa de «laburar, laburar y laburar», que también hizo Larreta en su fallido video de la ruta 40 que «une a los todos los argentinos», en el que quedó claro como un significativo gaffe que esas propuestas de superar la grieta siempre esconden el olvido y la marginación de algunos, como en ese caso los fueguinos.

Que por el camino del discurso de la grieta no vamos a llegar a ningún lado. O vamos a chocar con nuestro barco. Ahí está el faro de Larreta advirtiéndonos por dónde no tenemos que llevarlo.