junio 5, 2022

Coincidir

Por Andrés Gauffin

En la imagen ut supra se pueden observar dos Gauffin Pérez y un Pérez Gaufín.

Los gauffines pérez son gente de la ciudad capital, Pérez Gaufin llegó de Misión La Paz, ese pueblo cuya ubicación la mayoría de la gente de Salta desconoce.

Pérez Gaufin, tenemos que admitirlo, tiene una mejor combinación de acentos que Gauffin Pérez. El primero de aquellos apellidos es grave, y el último es agudo, lo que mejora -al pronunciarlos seguidos- el ritmo de la frase.

Pero parece que al señor Simón Pérez Gaufín -con un gorro en la imagen-, esto le importa un corno.

Habitantes de una ciudad donde la cuestión de las genealogías es capital, los Gauffin Pérez conservan la grafía francesa de su primer apellido -doble f y sin acento- y uno de ellos repite a quienes quieraan escucharlo que un escritor dijo que el apellido se remonta a unos nobles que huyeron de Francia hacia Suecia, sólo para evitarse el engorroso trámite de la guillotina que les querían imponer los revolucionarios.

Pero dejemos estas graves disquisiciones apellidológicas. Lo llamativo es que los Gauffin Pérez de la fotografía son hijos de Regina Pérez y de un Gauffin, o sea de una Pérez de Gauffin según la antigua usanza.

Y Simón Pérez Gaufin es hijo de Evangelina Gaufin, casada con un Pérez, o sea de una Gaufin de Pérez, digamos.

Evangelina Gaufin. Foto de Marisa Gauffin, incluida en un video editado por Lourdes Daher.

Los tres recordaron allí mismo que hace como quince años los Gauffin Pérez de la primera foto acompañados de su madre Regina, visitaron a Evangelina y a Simón, en su vivienda, a unos pasos de la barranca del Pilcomayo -Tewok-, en Misión La Paz.

La comunicación no fue muy abundante pues los Gauffin Pérez, sólo hablaban español y Evangelina sólo wichi. Pero entre el humo de los cigarrillos que pitaba y ataviada con un hermoso pañuelo sobre su cabeza, Evangelina les mostró el DNI con que el Estado Nacional le daba su identidad individual.

Las historias se remontan a los albores del siglo XX y también del Estado Nacional, cuando el abuelo de los Gauffin Pérez, descendiente de los que evitaron el trámite de la guillotina, adolescente aún pero ya huérfano de padre y madre, se unió cerca de Metán a unos expedicionarios enviados por Roca «al desierto» chaqueño.

En realidad, aquello no era un desierto, sino un bosque, de donde tomaban sus alimentos quienes ya habitaban esas regiones desde hacía generaciones y generaciones. O sea, la historia venia de hacía rato, pero los expedicionarios creían que empezaba con ellos.

Federico, que así se llamaba el descendiente de los que huyeron de la guillotina, describió años más tarde cómo la civilización y sus vacas contribuyeron a desertificar aquello. No había sido que los expedicionarios conquistaron el desierto, es que lo crearon.

El Estado también llegó con su Registro Civil, pero parece que los wichis sólo podían obtener su documento a costa de renunciar a sus propios nombres, así que uno de ellos le pidió a Federico que le prestara el apellido. Lo usaron, pero sin la doble f y sin acento, porque, como ya quedó dicho, la fonética francesa les importaba un corno.

A la vera de Tewok, no quedó claro si fue el papá o el abuelo de Evangelina quien adoptó el apellido Gaufín, pero ella en algún momento se juntó con un wichi que había adoptado el apellido Pérez, y así nació Simón y el resto de los Pérez Gaufín, que son como ocho, igual que los Gauffin Pérez.

Por su parte, Regina ha´bía llegado a Salta a mediados del siglo XX desde España con su papá Pérez, quien se había salvado de milagro de un pabellón de fusilamiento de Franco. Tal vez por eso se enamoró de un descendiente de los que huyeron de la guillotina, hijo de Federico. De ese entrecruzamiento nacieron los gauffines pérez.

La cuestión es que Pérez Gaufin se encontró la semana pasada con los Gauffines Pérez frente a la cancha de Central Norte.

Aquellos vecinos de este mundo volvieron a coincidir por un rato, como dice la canción que interpreta Mexicanto, y posaron tan contentos para la selfie.

«Coincidencias tan extrañas de la vida, tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio, y coincidir».