agosto 23, 2021

La fábrica de apatía

Por Andrés Gauffin

Las elecciones provinciales de 2021 tendrán que pasar a la historia como aquella en la que lxs ciudadanxs de Salta dispusieron de la menor y la más intrascendente información para decidir sobre su voto y también como la que menor asistencia tuvo desde 1983.

Una semana antes de las elecciones, miles de electores no sabían que el domingo 15 de agosto debían ir a las urnas, y muchísimos más menos tenían alguna idea si se votaba para senador nacional, o si para concejal, qué decir de convencionales constituyentes.

¿Se exagera si se afirma que el 100 % de lxs electores desconocía la plataforma de algún candidato? Absolutamente no.

En cuanto trascendió la escasa participación, un par periodistas hicieron el diagnóstico de rigor: que el 36 % del padrón de Capital no hubiera acudido a cumplir con sus deberes cívicos se debía a la clásica “apatía de los salteños”.

Además del lugar común que pretende explicar con criterios morales los resultados de un proceso político, el diagnóstico utilizaba porcentajes localizados en capital donde el ausentismo fue menor que el promedio provincial, y además desconoció la constante bajante -tanto o más pronunciada que la del río  Paraná en estos días- de votantes en las elecciones provinciales.

Porque según los resultados provisorios publicados por el Tribunal Electoral, el 15 de agosto pasado en el departamento San Martín no votó el 47,16% del electorado, cuando en 2017 -también para una elección de medio término y de acuerdo a los resultados definitivos-, el ausentismo había llegado “sólo” al 31.64 %: es decir, de 2017 a 2021, los faltazos se incrementaron 15,52 puntos porcentuales.

Y en el departamento Rosario de la Frontera, el pasado domingo 15 no fue a votar el 40.29% del padrón, un aumento de ausentismo de 14,16 puntos con respecto al faltazo de “sólo” el 26.13% de 2017.

En Capital, el 35,61 % de los electores habilitados se quedó en casa, cuando en 2017 el faltazo sólo había llegado al 25,08 %. El ausentismo aumentó más de diez puntos con respecto a 2017.

En el caso de Capital, el porcentaje de faltazos hizo que, por ejemplo, la lista de concejales “ganadora” sólo obtuviera votos del 8% del padrón electoral, pese a lo cual el resultado fuera presentado como una victoria de la democracia, cuando fue precisamente su derrota.

Pero el exponencial aumento del ausentismo no debería atribuirse a la apatía de lxs salteñxs y a sus deseos de dormir la siesta un tibio domingo de agosto, sino a una estrategia política bien diseñada desde el gobierno provincial y sus aliados políticos de la derecha, que de esa manera se aseguraron un triunfo electoral casi sin votos.

No era suficiente que Sáenz adelantara, sin ninguna necesidad legal, las elecciones primero al 4 de julio y al 15 de agosto después, en medio de la pandemia, cuando hubiera podido convocarlas tranquilamente para octubre en que -con mucha más vacunación y menos temores al contagio- se hubiera asegurado un mayor caudal de votantes.

No. No era suficiente. Había que planificar una estrategia para lograr la menor participación posible.

El diseño se inició en diciembre pasado, cuando el gobierno de Sáenz, con la excusa de la pandemia, suspendió las primarias abiertas simultáneas y obligatorias, con la que se volvió secreto todo el proceso preelectoral en el que cada fuerza electoral designaba sus candidatos.

Ni un sólo debate interno se publicó esos días como parte de un para designar a los candidatos de cada una de las listas, ni mucho menos se hizo una interna: a partir de allí el armado de las listas quedó exclusivamente en manos de personajes que aún desconocemos, pero que tenían el poder con su lapicera para incluir un nombre en la cabeza de una lista, a cambio de no se sabe qué, y excluir a otros.        

Sólo un puñado de políticos y periodistas  se enteró que el 19 enero de enero de 2021 -cuando Sáenz hizo su primera convocatoria- se había iniciado un proceso electoral en la provincia.     

Luego, el gobierno provincial y el Tribunal Electoral, con la anuencia de la mayoría de los partidos, en especial los oficialistas, también convalidaron  que los candidatos no publicaron absolutamente ninguna plataforma.

¿Cómo concurrir a votar sin saber qué propuestas se votaba? Pese a las luces de la pantalla, el cuarto nunca estuvo tan oscuro. El domingo 15 el gobierno de Sáenz no sólo siguió con la boleta electrónica, también fundó mundialmente el voto a ciegas.

Muy pocos se habían enterado, por ejemplo, que ese domingo se elegía convencional constituyente, y ninguno de ellos pudo hacerse una idea siquiera aproximada de qué se proponían hacer los candidatos en la venidera reforma constitucional.

Pero durante la campaña el gobernador Gustavo Sáenz pagó al diario del senador nacional Juan Carlos Romero costosísimos avisos a toda página para ufanarse de que había cumplido con su promesa de reformar la Constitución -cuando ni siquiera se habían hecho las elecciones- y por supuesto no destinó un sólo peso para informar al electorado de qué se trataba su proyecto.

El Tribuno hizo caja, y se plegó a la campaña de desinformación, dos cosas que le salen excelentemente.

Para lograr el desinterés y el ausentismo en las urnas era necesario también que durante la campaña se desplegaran enormes carteles en las calles y avenidas de Salta, sin referencias temporales ni partidarias, con muchos ponchos salteños y dentaduras expuestas, con imágenes mucho más apropiadas para un torneo de maniquíes de sonrisas heladas, que para una disputa electoral.

Frases como “El 15 de agosto vote por vote por la igualdad social, vote por del Partido Justicialista ” quedaron relegada a la pre historia de la democracia que supimos conseguir, porque sistemáticamente los candidatos  no sólo silenciaron cualquier referencia partidaria e ideológica, también escondían la fecha de la elección: si te llegás a enterar que uno de estos días de que hay una elección y encima vas, elegí por mi figurita, les decían. Como si se hubieran puesto de acuerdo, ningún cartel de candidatos incluía la información de que el 15 de agosto había elecciones.

Los avisos electorales apañados por el Tribunal Electoral fueron más fraudulentos que sobre de mayonesa sin fecha de vencimiento.

Porque el negocio mayor era que no fueran a las urnas, no que los votaran. La participación masiva del electorado nunca fue el método para llegar al poder, y conservarlo, de la derecha que gobierna Salta desde hace décadas, aunque sus candidatos aprovecharan ese domingo para sacarse una foto votando y la divulgaran por las redes para «celebrar» la democracia, en un ejercicio sin regreso del cinismo político.

El artículo 13 de la Convención Interamericana de  Derechos Humanos establece.

“Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección”, dice el artículo 13 de la Convención Interamericana de Derechos Humanos.

Ese derecho fue, desde diciembre pasado, sistemáticamente ignorado y lesionado desde el Estado provincial, con la complicidad de las fuerzas políticas oficialistas y “ganadoras”.

Dale, si quieren señores periodistas, nunca fuimos tan apáticos, pero tampoco menos libres que cuando votamos en las elecciones del 15 de agosto.