noviembre 24, 2020

El truquito de Brito

Por Andrés Gauffin

El cable de una tirolesa nos dió un pantallazo de cómo funciona el poder en Salta.
Jorge Brito acababa de reunirse con el gobernador Gustavo Sáenz en la residencia oficial de Finca Las Costas, a donde había descendido en helicóptero.
Una reunión entre el gobernador de la provincia y el banquero más importante de la Argentina, que maneja el 90 % del dinero en Salta, es altamente sospechosa si ninguna de las partes emite algún parte de prensa, antes o después.
Y ninguno lo emitió.
La muerte del banquero no puede tapar esa reunión escandalosa. Tan obscena, que el senador Juan Carlos Romero salió a decir, a través de su diario El Tribuno, que un «allegado» informó que Brito y Sáenz eran amigos, y añado yo, se juntaron sólo para jugar un par de partidas de truco y un picadito. Un taparrabo vergonzante.
El Tribuno suele insultar la inteligencia de sus lectores, pero nunca como aquí.
El cable de la tirolesa ha notificado a salteños y salteñas que el poder desciende desde los cielos en Finca Las Costas, deja sus instrucciones y se va.
Se puede retrotraer esta historia a los 90. En el año 93 un cronista inofensivo de El Tribuno titula que una finca en Joaquín V. González desmonta sin evaluación de impacto ambiental.
La nota se publica diez días más tarde, en un hueco perdido del obituario, pero al día siguiente el jefe de Redacción se lamenta de que los dueños de la finca hayan sido «amigos de la casa» -es decir de Juan Carlos Romero- y le notifica al cronista que debe presentarse al día siguiente en el aeropuerto.
El avión sube a los cielos con tres periodistas: allá abajo, en el feed lot, las vacas parecen pulgas. Una de ellas se atraviesa en la pista, el avión asciende como una montaña rusa y el olor a vómito inunda la cabina.
«Hola, soy Jorge Brito», dice el hombre texano que los recibe en la pista. Vaquero, botas, camisa a cuadros, sombrero de cuero.
Al hombre le gustaba hacer sentir su poder. «¿Quien escribió la nota sobre la finca?, preguntó inquisidor. Juan Carlos Romero había tenido la delicadeza de mandar al muere a su cronista. «Yo»
La siesta fue un alarde de las medidas ambientales que se habían previsto y tomado en el feed lot, pero ni él ni sus «allegados» mencionaron que se hubiera evaluado o que se evaluaría el impacto ambiental de la finca.
A la tarde un allegado le entregó una llave a los periodistas: debían volverse en una vieja Peugeot y dejarla en el Hotel Salta. El poder es así, una vez te sube a los cielos, otra te hace morder el polvo del pavimento.
Un año después Juan Carlos Romero inició una campaña electoral para gobernador financiada por no se sabe quién, ¿o sí se sabe quién?
Lo cierto es que cuando asumió lo primero -literalmente-que hizo fue entregar el banco Provincial de Salta a Jorge Brito, en el marco de un proceso de privatización amañado que había iniciado el anterior gobernador, Roberto Ulloa.
El Tribuno presentó la adjudicación como una decisión ineluctable, y al Macro como lo mejor que les podía pasar a los salteños.
Por supuesto el banco de Brito se quedó con el manejo de todas las finanzas provinciales durante diez años, a cuyo cumplimiento nunca se hizo una nueva licitación.
El colmo fue el entonces gobernador Urtubey que , para tranquilidad de Brito, le hizo una ley a medida para darle «seguridad jurídica» al empresario hasta 2024.
Claro que Brito, previsor, logró sus prórrogas dos años antes del vencimiento de la concesión con la que maneja todo el dinero de la Provincia.
Pregúntome, ¿alguien puede controlar cómo el Macro maneja el dinero de los salteños?
Ahora podemos intuir de qué hablaron Brito y Sáenz el viernes al mediodía en Finca Las Costas. Además de jugar al truco.