octubre 15, 2020

Dieciséis

Por Andrés Gauffin

Al principio se la cargaba con bolsas de cemento, algunos hierros y unas maderas de construcción. En la cabina manejaba el ingeniero o el capataz, acompañado de cuatro obreros dispuestos a comenzar la jornada. 

Con el correr de los años, la caja comenzó a recibir parrillas, bolsas de carbón, kilos y  kilos de carne, carpa, damajuanas y  cañas de pescar.

Adentro de la cabina, cuatro hombres rumbo al Bermejo con el prioritario objetivo de olvidarse de todo: de sus trabajos, de la Argentina y de las tensiones familiares.

Pero con el tiempo las cuatro por cuatro aparecieron por el centro, habitada sólo por su conductor, un hombre de saco y corbata. Con la cabina y la caja vacía, sólo él y su gigante trompa por la estrechez de la calle Caseros. 

Es que la cuatro por cuatro, en su versión japonesa o alemana pasó de instrumento de trabajo a instrumento de placer y luego a instrumento simbólico. 

Hay que reconocer que si alguien con semejante armatoste, de enormidad inútil y contra producente,  frena y arranca a cada rato a dos cuadras de la plaza 9 de Julio, es porque la tiene grande. A la billetera, por supuesto. 

Una última Encuesta Permanente de Hogares mostró que el 45% de los habitantes de Salta no satisface todas sus necesidades vitales. El mapa provincial de la distribución de la riqueza debería completarse con la cantidad de ricos, y con la cantidad de cuatro por cuatro por habitantes. 

La cuatro por cuatro son una fatalidad para otros automovilistas y peatones de la ciudad de Salta: nada más pruebe estacionar o salir de un estrecho estacionamiento del centro con dos o tres instrumentos simbólicos del poder estacionados, digo camionetas. Misión casi imposible.

Pero son también una fatalidad para el fisco de la municipalidad. Porque al instrumento simbólico sus propietarios no lo hacen tributar en la capital, como debieran, porque allí las usan a diario, sino en Vaqueros, San Lorenzo o la Caldera, por dos mangos.

Ahí sí que no la tienen grande. A la billetera, por supuesto.