octubre 14, 2022

La nueva guerra gaucha

Por Andrés Gauffin

«Sobre todo, habrá que tener en cuenta el efecto derrame que tendrá la explotación del litio», decía sin rubor uno de los tantos periodistas que aparecieron en la pantalla local estos días para ensalzar las actividad minera en la provincia.

Es cierto, y aunque apenas han caído unas gotitas todavía, el derrame de dólares o de yuanes ya ha generado un notable efecto multiplicador de discursos mediáticos y políticos justificatorios de la explotación del litio en la Puna, algunos de por más llamativos como el que utiliza la metáfora del «derrame» para ponderar una actividad minera en la Puna salteña, que puede acarrear graves impactos ambientales.

Pero la sesión del 27 de septiembre pasado de la Cámara de Diputados de la Provincia -simultánea a las reuniones que el gobernador Gustavo Sáenz mantenía en Estados Unidos con «inversores»- puede quedar para la posterioridad como una vidriera de los efectos lingüísticos del derrame de dólares sobre nuestra clase política.

En esa sesión, y por una orden enviada desde Nueva York, y en forma unánime, la Cámara solicitó a los legisladores nacionales por Salta que se opongan a cualquier tratamiento del proyecto de ley de protección de humedales que dispondría algún control ambiental sobre la explotación minera en los humedales de la Puna.

Acaso el más brutal -y el más alarmante- discurso al respecto en esa sesión haya sido el del diputado provincial Juan Esteban Romero- que en un par de minutos casi llega a agradecer a las mineras porque secarán a la Puna de la salmuera que, argumentó, contiene diez veces más sal que el agua de mar, y es tan nociva que ni siquiera la pueden tomar los animales.

Su intervención mostró con qué grado de comprensión y cuidado medio ambiental la coalición gobernante está promoviendo la explotación minera en Salta: prácticamente igual a cero.

Pero el derrame de dólares y de yuanes también ha hecho florecer en Salta un nuevo discurso salteñista, expuesto sin ambages en aquella sesión de diputados, discurso que ya venía siendo lanzado al aire, con bastante monotonía, por el gobernador Sáenz.

Es el discurso de la Salta «olvidada» y «postergada», términos que se repitieron en boca de los diputados, enunciado hasta por el mismo Juan Esteban Romero -titular de uno de los más grandes conglomerados de empresas de Salta con actividades muy vinculadas a la explotación minera- y que señala a Buenos Aires y al centralismo como la causante histórica de todas sus desgracias.

Así, el proyecto de ley de resguardo de humedales que se intenta hacer discutir en el Congreso Nacional, no sería más que una nueva manifestación de ese centralismo porteño que impide que la provincia administre a su antojo sus salmueras nocivas.

En realidad, estos neoconservadores salteños no han inventado nada nuevo. Los conservadores de la Salta del siglo XX echaban a rondar discursos similares como parte de su estrategia para defender la explotación del petróleo por parte de la norteamericana Standard Oil y oponerse a que lo haga el Estado Nacional, a través de YPF.

Eran los tiempos de Yrigoyen en que los radicales locales luchaban por la intervención el Estado Nacional en la administración de los recursos energéticos provinciales, no los actuales.

En este neo conservadurismo provinciano, el enemigo ya no es el godo ni el extranjero: es el porteño que no quiere que nosotros administremos nuestros recursos. Y el general Güemes, más que un h`´´eroe de la independencia nacional, parece nada más que una víctima del puerto.

En este mundo imaginario salteño que se fogonea desde el oficialismo y sus medios, como El Tribuno, si algún alg`ún enemigo extranjero acecha ahora los salteños, es el boliviano o la boliviana que se hace atender en un hospital público de la provincia : nunca un estadounidense con dólares o un chino con yuanes.

Pero el principal enemigo de Salta, según estos mensajes, es el «centralismo» -palabra tan usada por el paupérrimo discurso político de Sáenz- y tanto, que si Güemes viviera ahora no dudaría en ordenar a sus gauchos emboscar cada avanzada porteñista sobre nuestros valles.

No exagero. En esa sesión del 27 de septiembre la diputada Socorro Villamayor, imaginó en con micrófono abierto y la cámara prendida para youtube que una la ley nacional de humedales sería una forma de «invasión» sobre nuestros recursos que «nos ha dado Dios». Y por si eso fuera poco, también una «invasión» a la Constitución.

Así que salteñas y salteños, a prepararse para luchar contra esta nuevas invasiones que nos acechan desde el sur. Nada más que no vayan a creer que estos nuevos generales que nos quieren conducir ahora, piensen otorgarnos, como Güemes a sus gauchos, algún fuero que nos proteja de la servidumbre con los que serán los nuevos patrones de Salta.

No, qué va. Aquí la `única «seguridad jurídica» que invocan Sáenz, sus unánimes y disciplinados legisladores provinciales, los Romeros, sus conglomerados de empresas servidoras de las mineras y sus Tribunos, corresponde por derecho propio a las empresas que vendrán desde Canadá, Corea, China, o Estados Unidos, seguridad jurídica que deberán poner bien a resguardo sus dólares y yuanes, los que se irán por el Pacífico, no los que se derramen en la provincia como migas de una mesa.

S´olo para aquellos la seguridad jurídica. Para el resto, para lxs comunes, para quien habitan la Salta de todos los días, para quienes se suben a un colectivo, para quienes caminan sus calles y sobreviven con su sueldos, para quienes van con sus bolsas a comprar a un mercado, nunca se invocará la protección de seguridad jurídica alguna, ni siquiera desde la homilía de monseñor en el Milagro.

Para esa gente, según estos discursos, sólo el dudable «honor» de librar una batalla imaginaria contra los enemigos del puerto y el único y mendaz beneficio del sentimiento del orgullo salteñista.

Para esta gente del común la guerra imaginaria, que sólo tendrá el resultado concreto de una Puna sobre explotada por las mineras multinacionales. No la tierra liberada que quería Güemes.