abril 28, 2023

Deserción y veinte años después

Por Andrés Gauffin

«Vamos a ganar en segunda vuelta», afirmó el entonces gobernador de Salta Juan Carlos Romero, no bien se conoció hace veinte años que la fórmula que integraba con Carlos Menem había aventajado por apenas dos puntos a la de Kirchner- Scioli en las elecciones presidenciales del 27 de abril de 2003.

Menem sabía más de bravuconadas. «La segunda vuelta será un mero trámite», dijo a través del diario El Tribuno del mismo Romero.

Imitando a su referente nacional, no bien asumió como gobernador en 1995 Romero aplicó en la provincia la misma cirujía sin anestesia que Menem en 1989 a nivel nacional: cesanteó a miles de empleados públicos y en un par de meses privatizó todo lo que pudo, comenzando por el Banco Provincial, que cedió a Jorge Brito por un puñado de dólares.

Lo había hecho todo casi sin críticas desde el periodismo, salvo algunas excepciones. Porque Romero no sólo manejaba El Tribuno, también la mayoría de las radios a través de la «pauta», la misma herramienta con la que ahora Sáenz y Bettina se disputan programas y comunicadores.

Una de las excepciones era FM Noticias, que había obtenido el auspicio de Franco Brunetti, propietario del Frigorífico Arenales y enemistado -por lo menos en esos años- con Romero, quien a pesar de su cargo de gobernador nunca descuidaba sus actividades privadas y buscaba quedarse con el Frigorífico.

Así, el periodista Sergio Poma, el dueño de FM Noticias, se convirtió en una de las pocas voces opositoras al gobierno de Juan Carlos Romero, al que solía llamar solamente «Juan» en sus lacerantes columnas de tono disonante en esos años monocordes.

El miércoles 30 de abril de 2003, tres días después de los comicios presidenciales, el matutino independiente de Salta anunciaba que Juan Carlos Romero quedaba a cargo de la campaña de la fórmula para la segunda vuelta: su experiencia en manejo de los medios y de periodistas habían sido determinantes para Carlos Menem.

La campaña dirigida por Juan Carlos Romero, sin embargo, terminó en un estrepitoso fracaso: el 14 de mayo El Tribuno anunció que «Menem anunciará hoy su decisión»: él y Romero ya habían decidido no participar del ballotage porque se habían convencido de que iban a perder.

Así hicieron que Néstor Kirchner asumiera como presidente de la Argentina sólo con el 22% de los votos: Pero esta maniobra que apuntaba a restarle respaldo al nuevo gobierno fue presentada, no sin cinismo, por parte de Menem y Romero como su gran aporte a la pacificación nacional.

Producida la deserción, y ya sin chances de ser vicepresidente de la Nación, a Romero le restaban sólo siete meses para ejercer como gobernador provincial, pues había sido reelecto en 1999 y la Constitución provincial decía taxativamente que el gobernador podía durar en sus mandatos sólo dos períodos consecutivos.

Pero Romero no estaba dispuesto a volver a casa -además no había construido todavía su mansión de Castellanos-y no bien volvió a Salta hizo aprobar la ley de necesidad de la reforma de la Constitución por una Legislatura tan dócil como la que el año pasado le aprobó a Sáenz la suspensión de las Paso.

En esos días de mayo, Romero le ofreció a Walter Wayar -que ya le había hecho el aguante durante dos períodos,- que lo acompañe para el tercer período. Y Wayar -que tiene el dudosa mérito de haberle sido siempre fiel a Romero, pero que en cualquier momento traiciona a Cristina- , le aceptó.

A paso forzado, pues los tiempos para cambiar la Constitución antes de las elecciones de octubre eran muy apretados, la Convención Constituyente Provincial dictaminó, un aciago día de agosto de 2003, que «dos períodos consecutivos», en realidad significan «tres períodos seguidos», y lo dejó asentado así en la Constitución, para verg¨uenza de todxs lxs salteñxs.

El mismo vicegobernador Walter Wayar, y el entonces diputado nacional Juan Manuel Urtubey, actuaron como convencionales y votaron a favor de la reforma semántica de la Constitución, que le habilitó el tercer mandato a un Romero ya fervorosamente anti kirchnerista y anti Cristina, por supuesto.

En ese nuevo período, Romero perfeccionó lo que había hecho en los dos anteriores. Por ejemplo, terminó la autopista de circunvalación oeste de la capital salteña, que a la postre potenciaron el valor de las 90 hectáreas de La Ciénaga, terrenos que él había comprado como gobernador para viviendas sociales, pero que terminaron pocos años después en manos de una empresa de los Romero, Estancia El Carmen.

El nuevo mandato también le permitió a Juan Carlos Romero entregar, en nombre de la eficiencia y el combate de la corrupción, todos los archivos provinciales a una empresa privada -Plumada- que hasta ese momento sólo se había dedicado a transportar gaseosas.

También perfeccionó su condicionamiento de los medios y periodistas con el juicio que le hizo -cuando ya terminaba su tercer mandato- a Sergio Poma: logró de un juez tan dócil como los legisladores, un fallo que además de imponerle una sanción económica, prohibía que el periodista siguiera transmitiendo sus columnas por radio.

Antes de morir, Poma tuvo tiempo de concluir el libro m´ás maldito y difícil de digerir por parte de la clase política local: «Salta, el narco poder». Y además, su ejercicio valiente de la libertad de expresión y la persecución judicial que le respondió, congregó a un puñado de periodistas que fundaron la Asociación de Periodistas de Salta (APES).

Tan tenaz como hábil para no quedarse sin poder, en 2007 Romero se prendió a una boleta que llevaba la f´´órmula de Cristina Fernández de Kirchner como candidata a presidenta, para ofrecer su candidatura a senador nacional, banca que obtuvo. El PJ Salta, un trapo que usa y tira la oligarquía salteña desde el asesinato de Miguel Ragone, lo había hecho posible.

Veinte años después de aquella reforma exprés de 2003, Sáenz y Romero burlaron de nuevo la Constitución, pero sin los costos y los tiempos de una convención: lograron que el Tribunal Electoral les autorizara la Alianza de Frentes, cuando la Constitución en su artículo 54 sólo habilita a partidos y frentes a postular candidatos.

En un razonamiento hiper liberal que parece dictado por Javier Milei, el Tribunal argumentó que a Sáenz y Romero no se lo podía impedir hacer lo que no les estaba explícitamente prohibido. Las libertades políticas están bien resguardadas en Salta.

Así, para las elecciones provinciales del 14 de mayo, dos frentes unidos en una alianza inconstitucional apoyarán al mismo candidato a gobernador -Sáenz- pero se disputarán la intendencia capitalina, con Bettina Romero -apoyado por su padre- por un lado y Emiliano Durand -bendecido por Sáenz- por otro.

Y es que en estos días el pasado se está haciendo un paso por el presente -como acaba de enseñar Cristina Fernández en La Plata, y no sólo porque en Salta se manipulen hoy como en 2003, pero con creciente desfachatez, las reglas electorales más básicas.

Walter Wayar -el mismo que durante 12 años acompañó todas las políticas neoliberales de Romero en la provincia y que por eso mismo en 2003 apoyó a Menem-Romero contra Néstor Kirchner- ahora posa de candidato kirchnerista a gobernador.

El hombre sabe que es tan poco creíble su kirchnerismo, que se llevó un fotógrafo particular a la última marcha del 24 de marzo por los derechos humanos, para difundir las imágenes por todas las redes. Ni así.

Y Bettina, en otro retorno del pasado, ahora promete conectar la autopista de circunvalación oeste con el aeropuerto. Y sí, lo más lógico era que en 2004 su padre la hubiera hecho pasar por el aeropuerto, pero en cambio la hizo pasar varios kilómetros al oeste, San Luis de por medio, a las puertas de La Ciénaga.

Tiene razón Cristina. A veces el pasado hace su paso por el presente y puede truncarnos el futuro. Pero en Salta, ese pasado llega como una pesadilla. ¿Quién podrá despertarnos?