diciembre 29, 2021

Montañas para todos

Por Andrés Gauffin
El Trasatlántico

El Trasatlántico debe ser uno de los cerros más hermosos de la provincia, que cualquier salteñx debería poder transitar y recorrer, libremente.

El viajante puede divisarlo a un costado de la ruta provincial 33, cuando comienza a subir, rumbo a Cachi, la Cuesta del Obispo, y al lado del Torreón, esa mole fabulosa de roca marrón y de verdes, en tonos similares a los que admirará después en el Valle Encantado.

Conocido por una escasa minoría de senderistas y aficionados a las montañas, en la cumbre de ese buque milenario y estático, los cóndores saludan a los pasajeros con vuelos solemnes, abiertas sus enormes alas sobre el cielo azul. Hacia el oeste, la Cuesta del Obispo tiende a hacerse minúscula, y hacia el este la Quebrada de Escoipe vislumbra en distintas tonalidades rojas.

Pero no bien, en los primeros días de noviembre  un grupo de amigos de las montañas bajamos de los automóviles en una de los paradores de El Maray, un hombre solicitó un pago de $ 500 por persona como requisito para que puedan hacer la ascensión sin problemas con supuestos baqueanos cuidadores de lo que aducían su propiedad privada.

Nadie podía saber cuáles de verdad eran sus derechos, salvos los que surgían de sus veladas amenazas. Si su propiedad era la que comenzaba en la ruta 33 y terminaba en un alambrado por la que se ingresaba la espectacular quebrada, o si la que comenzaba en ese alambrado  y llegaba hasta la misma proa del Trasatlántico.

Lo cierto es que nada más pasar aquellos alambres, un enorme y poco amable cartel amenaza con retirarlos por la fuerza, bajo el argumento de que aquello es una “área natural protegida”, pero sobre todo una “propiedad privada”.

Nada más regresamos al parador, unas señoras muy amables que atendían allí nos preguntaron si habíamos tenido algún problema, sugiriéndonos así que la exacción de $ 500 había surtido efecto y se justificaba.

Cerro El Zorrito, al fondo, la Quebrada de Las Conchas

Un mes después, en la cima de El Zorrito -esa fabulosa mole que se yergue tras Los Castillos, a la vera de la ruta 68-, un guía cafayateño señalaba hacia un hotel que se divisaba, tras de alguna peña, en el extremo oeste de la Quebrada de las Conchas.

“El hijo del dueño de ese hotel, que fue secretario de Turismo de la Provincia, compró el cerro”, dijo como una maldición, ya temiendo que al ex funcionario se le ocurra poner un cartel similar en los senderos del cerro, por donde regularmente peregrinan lugareños con sus imágenes, y atractivo de centenares de salteñxs y argentinxs.

Y sí, el espectáculo que se observa desde la cumbre de El Zorrito,  ya está marcado por las más absurdas y lacerantes avaricias, que están convirtiendo nuestro Valle en un páramo de lacerante explotación capitalista. Hacia el sur, podía observarse un enorme rectángulo desertificado donde un banco iba a plantar un viñedo: como no pudo asegurarse una servidumbre de paso para la energía, terminó abandonándolo, después de haber arrasado con toda la vegetación calchaquí.

Se acaba de sancionar en el Congreso de la Nación una Ley de Fomento al Montañismo que tiende a resguardar los derechos de montañistas y senderistas, amantes de este pedazo del cosmos, para subir los magníficos cerros y transitar los hermosos senderos de Salta,sin los límites que la avaricia pretende levantar a cada rato.

La aplicación de la norma también abrirá un comprensible debate sobre las ascensiones y caminatas en territorios de comunidades originarias.

Pero para que ello ocurra, será necesario que la Provincia adhiera a la ley nacional, lo que sólo será posible si senadores y diputados provinciales ponen en suspenso, aunque sea por esta vez,  sus inveteradas lealtades a los grandes propietarios de Salta, y priorizan el amor de lxs salteñxs -no sólo de lxs montañistas- por sus senderos, sus paisajes y sus cumbres.