agosto 4, 2020

Pasos

Por Andrés Gauffin

Hace unos años, caminaba debajo de los ceibos florecidos de Castellanos, o de Lesser. Fue pensar que no la iba a ver más cuando comencé a encontrarla en la Virrey Toledo, ahora Bicentenario.  Hoy pasé por su lado a la mañana y  a  la tarde, siempre con su bastón, cada vez más despacito. Sus distancias se han acortado, pero se me antoja que cada uno de sus  pasos la transportan mucho más lejos.

Ella es así. Florecen los ceibos y les camina por debajo de sus copas. Florecen los lapachos, ellas se los pone de corona, como en una carroza. ¿Treinta y cinco grados a la sombra? Abre su sombrilla y sigue.

Le ha llegado la pandemia. Ella piensa que su mayor riesgo es quedarse quieta. Mañana y tarde sale a caminar, porque entiende que si no camina se le va la vida.

Yo no conozco su nombre, y me río que camine tan indiferente a tantos mármoles, monumentos y placas recordatorias que rebosan la avenida, y en donde se han anotado los nombres solemnes de tantos falsos doctores y monseñores.

Está bien así. Que la estupidez y la solemnidad queden grabadas en el mármol y que  sus pasos se sigan moviendo en nuestras pupilas.