enero 31, 2023

Un club libertario en Cafayate

Por Andrés Gauffin

«Aunque tenemos poca lluvia, disponemos de un gran acuífero debajo del área y abunda el agua de alta calidad para cualquier necesidad concebible. Muchas áreas, incluidos extensos viñedos, están regadas y verdes incluso en un entorno desértico».

John Stevens, uno de los inversores y moradores de Estancia Cafayate pondera ese punto como uno de las principales ventajas para interesar a más millonarios del hemisferio norte a vivir en este club de campo del Valle Calchaquí, lejos del resto del mundo aunque haciendo negocios con él desde sus oficinas con vistas a los colorados cerros del entorno.

Aunque el diario El Tribuno de Juan Carlos Romero menciona de tanto en tanto los torneos de golf internacionales que se juegan en sus canchas regadas con el acuífero calchaquí, poco se sabe en Salta de las dimensiones de este emprendimiento iniciado en 2006. Mucho menos de sus impactos.

El club de campo, según su misma información, se extiende en 550 hectáreas y ha sido diseñado para la construcción de 360 chalets , pero tiene el mismo tamaño que la antigua localidad de Cafayate, de 15 mil habitantes, con la que limita en la salida hacia Tolombón.

Si Cafayate es un cajón de agua, como su etimología describe, LEC es su mismo vértice inferior. El club de campo limita al norte con el margen derecho del río Lorohuasi, que baja desde El Divisadero, y en el oeste con el río Santa María que en esa zona tiene dirección sur-norte y viene recolectando agua de distintos afluentes del valle, antes de unirse con el Lorohuasi.

De ese cajón calchaquí de agua superficial y subterránea, LEC extrae a través de tres pozos durante las 24 horas -sin cortes ni medidores- lo suficiente no sólo para el funcionamiento de las viviendas y los spa, sino también para regar todo el año -incluso en época de seca- la cancha de golf, el parque, los viñedos que rodean los chalets, y la cancha de polo, otra de las «necesidades concebibles» que menciona Stevens.

Y es que en esta «comunidad internacional» -así les gusta presentarla a sus promotores- la disminución del stress y la tranquilidad no sólo se obtiene por el sol calchaquí y el entorno siempre verde del club y la lejanía del convulsionado mundo de las ciudades de Sudáfrica, Estados Unidos o Canadá.

También porque mientras se hacen los negocios digitales financieros o se juega al polo, en las tierras arenosas del club van creciendo las uvas con que producirán -o LEC les confeccionará a pedido- sus propios vinos malbec o torrontés.

Pese a que en Salta es común adjudicar la construcción de Estancia Cafayate al talento emprendedor del senador nacional y ex gobernador Juan Carlos Romero, el mayor mérito pertenece al norteamericano Doug Casey, el único «cofundador» que es mencionado en el sitio oficial del club de campo.

De hecho cuando Stevens promociona LEC nunca menciona al senador nacional salteño, sino sólo a Casey y su filosofía inspiradora de un nuevo modo de vida.

Casey llegó desde Estados Unidos a la Argentina en los años 90, poco tiempo después de escribir su difundido libro «Invertir en crisis», en el que propone una de sus más conocidas ideas económicas: las crisis, pero también las debilidades de los Estados, son oportunidades que los especuladores pueden aprovechar para generar grandes ganancias en relativamente cortos períodos de tiempo.

No era raro entonces que al recorrer la Argentina de los 90 en busca de oportunidades, Casey viera en el senador nacional y gobernador, un aliciente para sus negocios especuladores, que El Tribuno llamará siempre «inversiones».

La sociedad entre Casey y los Romero -propietarios de la empresa Estancia El Carmen- se cristalizó finalmente en la constitución de la financiera Lorohuasi Hotel Holdings S.A.-que usa el mismo nombre del río- para dedicarse a la compra y venta de títulos públicos, entre otros negocios del rubro, tal como apareció en el Boletín Oficial de la Provincia de Salta, el 7 de abril de 2011.

Pero más que sus negocios financieros con los Romero, Casey prefiere mostrar su Club de Campo cafayateño como una comunidad internacional fundada en su filosofía: la de la más absoluta libertad para hacer negocios financieros e inmobiliarios, mientras se disfruta del agua y de las bellezas del Valle Calchaquí.

En esa concepción libertaria, el marketing inmobiliario de LEC incluye testimonios en los que -además de mencionar esas ventajas-, se garantiza que quienes habiten no se verán molestados por el Estado provincial de Salta.

Stevens, por ejemplo, asegura que el gobierno nacional es muy autoritario, pero concentra su malicia en Buenos Aires. En cambio, el gobierno local (de Gustavo Sáenz, pues el artículo fue publicado en 2021), es tan discreto que «no tiene la sensación de que le digan qué es lo que tiene o no tiene que hacer, ni que le estén mirando por encima del hombro».

Stevens está seguro entonces que a los vecinos de LEC el gobierno de Sáenz -tampoco lo ha hecho el de Juan Manuel Urtubey y menos el de Romero- nunca les preguntarán cuánta agua están utilizando, ni qué hacen con la basura que producen, probablemente de la misma magnitud que la que de todos los habitantes y turistas de Cafayate.

Además de promover una red de dinero inteligente para hacer dinero con dinero y de entrenar líderes comerciales, Stevens montó una compañía de aviones de carga -él mismo es piloto-, con lo que es muy posible que haya sido uno de los primeros que se haya congratulado con el anuncio de la construcción de un aeropuerto en Cafayate hecho por Sáenz a fin del año pasado.

El sudafricano Kevin Radford -también a través de la página con que la inmobiliaria Casey promociona el Club de Campo de Cafayate en el exterior- señala motivos similares para que otros europeos y norteamericanos compren un lote en el country.

«Nuestros requisitos para un segundo hogar eran seguridad, comunidad, mínima interferencia del gobierno, máxima independencia/libertad, una base desde la cual podamos buscar oportunidades en todo el mundo de naturaleza financiera, personal y progresiva», dice en el anuncio

Lo encontró en Estancia Cafayate, y huyendo de la estricta cuarentena de Sudáfrica. País que venía desilusionando a Radford desde hace por lo menos 25 años -un tiempo después de que concluyera el apartheid – debido a gobiernos «corruptos» e «incompetentes» que luego se sucedieron.

Terminó entonces, junto a otros europeos de ascendencia inglesa, de abandonar el país en el que había vivido cincuenta años y de elegir al estancia Cafayate como su nueva morada.

Además de norteamericanos y sudafricanos, la Estancia alberga también a canadienses, como David Galland, también amante de la libertad más absoluta regada con buen vino y amenizada con cabalgatas en el Valle Calchaquí.

Por redes sociales, Galland difunde artículos del «Daily Skeptic» , el periódico inglés que en sus páginas ya asegura que hay una vinculación entre el uso de vacunas anti COVID 19 y la caída de la natalidad en Suecia y Alemania y se ha ganado la fama de negar el cambio climático.

De guiarse por estos testimonios, el target de Estancia Cafayate excede por mucho a simples amantes de la naturaleza calchaquí y su buen vino. Son también prevalentemente norteamericanos o europeos que -filosofía de Casey- saben hacer eficientemente dinero con negocios financieros.

Los moradores de Estancia Cafayate aparecen también en sus publicidades con una sistemática desconfianza de cualquier Estado que entienden como limitantes de su libertad absoluta, lo que no evita que aprovechen sus servicios locales cuando puedan. Stevens, por ejemplo, informa que recibió buena atención de la salud «subsidiada» de Cafayate, es decir de su hospital público.

Y son conscientes de que cualquier seguridad privada que dispongan para resguardar las 550 hectáreas nunca será suficiente para salvaguardar sus bienes y que necesitarán también de la policía provincial -o sea del Estado salteño- para garantizarla.

Algo parecen haber logrado. Quienes quieran caminar por el costado izquierdo del río Lorohuasi -en los alrededores del ex camping municipal donde Sáenz quiere construir un Centro de Convenciones- podrán encontrarse con patrullajes de los típicos robocops salteños en moto, custodiando hacia el norte un viñedo, y hacia el sur uno de los límites de LEC.

De la información que ha brindado LEC en los sitios de internet o ellos mismos, puede inferirse muy razonablemente que muchos de los moradores del club de campo cafayateño tienen vinculaciones con la actividad minera.

En efecto, Casey y Stevens brindan asesoría a empresas mineras, y el clan Romero -el imprescindible rostro salteño de esta comunidad internacional-, se ha convertido en el principal promotor de esa actividad en la provincia a través del diario El Tribuno.

Y se puede detectar una notable coincidencia discursiva entre la actividad minera y LEC. Ya se ha vuelto reiterativo a través del gobierno de Sáenz y del diario El Tribuno la información sobre los puestos de trabajos creados por la minera. En la misma línea, el club de campo se enorgullece de haber creado 500 puestos de trabajo -no especifica cuántos permanentes y cuántos temporarios- y asegura que creará 260 más.

Es posible que -lo mismo que ocurre con la actividad minera- los «puestos de trabajo» generados le hayan servido a LEC para lograr del Estado Provincial toda clase de exenciones impositivas y ambientales pero en esta Salta de tantos secretos impositivos, poco se puede saber al respecto.

Poblado entonces de libertarios y especuladores financieros internacionales, gente desconfiada de los Estados, aunque dispuestos a aprovechar de sus servicios, mineros y objetores de cualquier cuarentena, no es de extrañar entonces que Mauricio Macri haya elegido LEC para descansar y tomarse unos vinos de calidad.

Para alternar con sus más conocidos descansos en la estancia Joe Lewis de Lago Escondido, en el sur patagónico, -y para no plomear demasiado al magnate inglés- Macri eligió al menos en dos ocasiones la Estancia Cafayate del norteamericano Doug Casey.

En agosto de 2018, el entonces presidente de la Argentina jugó al golf en el campo regado por el acuífero calchaquí, mientras su esposa Juliana Awada visitaba los viñedos, para desestresarse de una de las tantas crisis financieras durante el gobierno de Juntos por el Cambio.

Mucho antes, en 2010, había visitado Estancia Cafayate para reunirse con Juan Carlos Romero y su hija, Betina Romero, actual intendenta de la capital salteña. En ese momento, algunos sitios adjudicaron la propiedad del emprendimiento de Casey al actual diputado provincial Juan Esteban Romero.

Pero la coincidencia en LEC de un presidente de la Nación emisor sistemático de títulos públicos con un ex gobernador que dispone de una financiera que hace negocios con títulos públicos en sociedad con un especulador norteamericano y propietario de la Estancia en que se reúnen no ha provocado escozor alguno entre la clase política local.

Lo que no quiere decir que lo que sucede en Estancia Cafayate no impacte sobre esa misma clase política.

Porque si en 2008, tal como Wikipedia informa, Doug Casey apoyó la carrera por la presidencia de Estados Unidos del republicano libertario Ron Paul, es más que posible que Casey se haya involucrado en las luchas políticas locales y que no quiera desentenderse de las elecciones provinciales o nacionales 2023

Y es que la filosofía y los negocios de Casey implican necesariamente una vinculación con la política.

Por lo pronto, el hecho de que la financiación de las tempranas campañas políticas esté mucho más velado a los salteños que un secreto de la Nación, debería despertar la curiosidad de esos mismos salteños.

De todos modos, en los últimos días comenzaron a difundirse discursos políticos y armarse alianzas con vistas a las elecciones de mayo de 2023 absolutamente funcionales a Casey y su comunidad internacional.

«Avancemos», por ejemplo, armado por un autoproclamado integrante de La Cámpora y por un histórico aliado del PRO, acaba de lanzarse al ruedo, difundiendo, con ese solo hecho, el mensaje de que los salteños ya no necesitan ideologías y que bastaría su unión para «avanzar», como si la provincia no estuviera en franco retroceso desde hace por lo menos 45 años.

En realidad, con su propuesta de superar la «grieta», como si esa fuera la división fundamental de la sociedad salteña, sólo contribuyen a encubrir la enorme y creciente desigualdad de una Salta en los que un puñado de especuladores disponen de agua todo el año para regar sus canchas de golf y una gran porción de la sociedad salteña -en los departamentos del norte, por ejemplo, pero también en Cafayate durante el período de seca- no dispone lo suficiente para su vida cotidiana.

Los integrantes del club de campo deben alegrarse por la desaparición del concepto de igualdad del léxico político local, tanto o más que por el anuncio de Sáenz de construir un aeropuerto en Cafayate.