julio 14, 2022

Las empanadas no gozadas

Por Andrés Gauffin

Tal vez la cuestión más grave no sea si el ex rector de la Universidad Nacional de Salta Víctor Claros cobrará seis millones y medio, o sólo dos, por el concepto de vacaciones no gozadas.

No, lo más grave es que argentinos y argentinas -justo al momento de iniciarse las vacaciones invernales- tomaron nota que un hombre cobrará una suma millonaria porque no gozó de sus vacaciones.

Atenti que es grave la cosa y llama la atención que las cámaras empresarias del turismo no hayan salido a advertirlo.

¿Qué pasará con el turismo en Salta si argentinas y argentinos en vez de salir este invierno a gozar de sus vacaciones deciden -emulando al ex rector- trabajarlas con el propósito de cobrar más tarde una reparación en pesos?

Claro que abundan las excusas para decidirlo: «tengo mucho que hacer», «mis obligaciones me lo impiden», «soy sencillamente irreemplazable», o «mi jefe me lo pidió». Lo que hace difícil advertir los últimos y verdaderos motivos de la jugada.

Que es convertir sus días vacaciones en un negocio, un no gozo para jugar con las palabras, con la esperanza de generar una reparación futura.

Las vacaciones no gozadas como un mecanismo de acumulación de reservas para un futuro incierto, no me digan que esta idea no es atractiva en la Argentina de hoy.

Como cualquier tema, esto significará una nueva grieta para el país. Porque vendrán los asesores de los grandes empresarios del turismo y dirán que si este claro criterio se extiende, los hoteles y restaurantes del país se quedarán vacíos.

Lo que en Salta significará también que se consumirán muchas menos empanadas a la orilla del canal, y ustedes estarán de acuerdo conmigo que la empanada es la principal producción local, por más que les pese a tabacaleros y sojeros.

Porque en Salta la empanda multiplica más que la construcción: proveedores de carne picada a cuchillo, de grasa pella, cultivadores de la indispensable cebolla de verdeo, proveedores de huevos, harina y hasta de papa -porque lleva papa- se verán perjudicados porque a unos tipos se les ocurrirá no gozar de comer una empanada frita en vacaciones -con vino tinto en damajuana, atenti también don Domingo- sólo porque piensen que en un futuro incierto cobrarán miles o millones de pesos por eso.

El Señor del Milagro no permita ese efecto más devastador sobre la economía de Salta que un temblor de cuatro grados.

Pero no faltarán del otro lado de la grieta quienes a través de la pantalla de TN verán con buenos ojos que no se gocen las vacaciones, -y por tanto tampoco de las empanadas salteñas- porque eso generará en el futuro una acumulación de reservas para los tiempos críticos en que el Banco Central las pierde todos los días. Porteños de seguro.

Otros analistas locales más ramplones asegurarán que la disminución del consumo de la empanada solo irá de la mano del aumento de la actividad de la city, en las narices del señor obispo. Porque los arbolitos de la calle España atraen más a quienes de repente cobran de arriba sumas millonarias, que al mismísimo Sarmiento.

Algún que otro poeta trasnochado tambi´én lamentará que en la tierra donde se escribió nada menos que «El gozante» haya nacido esta práctica de no gozarla, a la empanada ni a las vacaciones, para cobrar después.

Y es que Salta ya no es la de antes. Y eso está pal aca.