mayo 17, 2022

Periodismo ignoto

Por Andrés Gauffin

De a ratos abrigo la vana esperanza de que si el gobernador Gustavo Sáenz llegase a promulgar una ley de colegiatura de comunicadores sociales, el flamante Colegio lo sancione  de inmediato en forma retroactiva, con multa o arresto, por la enorme cantidad de ejercicios ilegales de la profesión en los que ha incurrido  con programas radiales de mal gusto, nada más que para posicionarse como candidato a lo que venga.

No lo creo, así que mejor voy a dar mis razones para oponerme de lleno -como tantxs periodistas y comunicadores de Salta- al mencionado proyecto de colegiatura que menoscabará no tanto  la “libertad de expresión” en abstracto tan querida por nuestros más prístinos liberales, sino a las libertades en concreto de quienes se ganan -mejor o peor- su pan diario en las calles de Salta con el oficio del periodismo.

De esos periodistas de Salta que desde donde yo tenga memoria siempre han defendido, al menos en teoría, la libertad de expresión de todxs lxs habitantes de esta provincia, no sólo la de ellxs.

Pero que ahora, como una ironía de su historia, tienen que dar la noticia de que un puñado de comunicadores defienden, tras un proyecto  de colegiatura del senador y veterinario Miguel Calabró, sólo la libertad de expresión de quienes tengan un título universitario, como queda bien en claro en el artículo 3 del proyecto.

“El derecho a la Libertad de Expresión puede confundir a cualquier ignoto”, dicen los redactores del primer párrafo de sus fundamentos, sin advertir que son los primeros ignorantes de sus propias vaguedades y contradicciones. 

Pues aseveran que:

“Es común escuchar la acusación: “Un Colegio atenta contra la Libertad de expresión”. Una oración que carece de fundamento pues, ante tantos colegios profesionales, ningún colegiado ha denunciado censura en su institución

Claro que el Colegio no va a censurar ningún contenido de sus colegiados, pero podrá impedir legalmente que un periodista hecho en el oficio ejerza su libertad de crear contenidos y comunicarlos en medios estatales o en privados, en cargos jerárquicos o en el raso.

Y es que un  Colegio profesional tiene como primera misión -y esta no es una excepción- la del control de la matrícula: es decir, la de impedir que no sean otros que los titulados y matriculados -y con las cuotas al día, por supuesto- quienes ejerzan el trabajo de comunicar, que creo que es lo que hacen lxs periodistas.

En efecto, el proyecto pretende inaugurar en Salta el “pay per view” de las libertades: pague la cuota societaria antes de usar su derecho a la comunicación.

O sea, no sólo menoscabará las libertades de expresión de lxs periodistas hechos en el oficio, sino que también condicionará a los titulados, quienes deberán abonar mes a mes para poder trabajar como comunicadores, con la misma puntualidad con la que pagan su abono para seguir viendo por las noches una peli de Netflix.

Que los contadores paguen sus cuotitas para poder certificar sus balances, los abogados para seguir ganándose la vida con la discordia humana como lamentaba el Cuchi Leguizamón, y los profesores de educación física no sé por qué. Que el negocio de periodistas y comunicadores es otro.

Que los letrados sigan haciéndose llamar doctores y sacándose fotos delante de una biblioteca de tomos gruesos que nunca han leído, que a nosotrxs siempre nos dará un poco de risa que un recién egresado firme sus primeras notas periodísticas anteponiendo sus título de licenciado.

Porque en el fragor cotidiano siempre hemos sido y seremos Mengana y Fulano a secas. Gorritti a secas, Walsh a secas, Carbajal a secas, Soriano a secas, Jaime a secas.

Y si alguna vez -sospecho que no- Laura Urbano, o Melina Sola me dicen: «Dígame licenciada», pensaré que todo se habrá ido carajo, definitivamente.

Sí, es otro el negocio de la comunicación, y tal vez para darse cuenta a estos comunicadores subidos a lo alto de sus diplomas y sus títulos de licenciado  les vendría bien de una vez por todas bajar un poco la testuz y asomarse a la enorme cantidad y calidad de saberes  en torno a la comunicación que produjeron hace décadas quienes se sentaron en las Remington para escribir reportajes sobre papel, o después tomaron un micrófono para transmitir noticias por radio o empezaron a crear con su propio olfato los primeros programa informativos televisivos. O quienes, de una, crean su propio blog antes del 2000.

Saberes que se seguirán acumulando en esos ámbitos, donde se aprende el oficio de periodista o comunicador de una forma tanto o más eficaz que escuchando en un aula de 200 estudiantes, la clase un doctor con un currículum de dos kilos.

Porque como oficio que es, el de periodista y también el de comunicador, se aprende viendo a los que saben hacerlo, no sólo ni tanto escuchando teorías de volcadas a sus cabezas desde una cátedra.

Cosa curiosa, ningún periodista -por lo menos yo no los he visto- ha hecho una campaña para impugnar la creación de las carreras de Comunicación, primero en la Católica y  luego en la UNSa: es imposible negar que a esta  creciente complejidad de las comunicaciones y las cambiantes tecnologías bien le viene una reflexión desde campos del conocimiento más tradicionalmente ligados a las universidades.

Lxs periodistas también tendrán que convenir que la perspectiva universitaria respecto de los medios y las nuevas tecnologías les servirá para no confundir gato con liebre, ni sucias campañas comerciales y políticos de los medios dominantes con el oficio independiente del periodismo.

Y a estas alturas nadie duda que de las carreras de Comunicación tanto de C´´órdoba como las de Salta, han egresado comunicadores competentes que saben ganarse su pitanza, y más, en muchos medios o en organismos públicos.

Con todo, quienes impulsan el proyecto de colegiatura deberían empezar a sospechar de que la Comunicación sea una “ciencia”, de la que se muestran como sus representantes. Porque estoy seguro de que cuando les preguntemos qué es eso de la ciencia no se pondrán de acuerdo entre ellos y que será más fácil la elección de un rector de la UNSa por unanimidad de estudiantes y docentes, que un doctor y un magister se pongan de acuerdo en la definición de la palabra «ciencia».

Así que la adjetivación de “estratégica” de las comunicaciones -tal como hacen en los fundamentos del proyecto- sólo revela el último pero no del todo confesado motivo de quienes impulsan el proyecto: el de lograr que sólo los colegiados -es decir ellos mismos-, accedan a los cargos mejor rentados de las comunicaciones estatales porque sólo los “científicos” estarían capacitados para cubrirlos.

Claro es que -por una palmaria cuestión constitucional- la ley de Colegiatura no podrá finalmente prohibir a lxs periodistas ejercer su oficio cotidiano, pero los relegará al último escalón de una jerarquía comunicacional que los mismos redactores del proyecto dejan traslucir en los fundamentos, sin ponerse colorados.

En lo más alto de todo, el sector tres, se encuentran ellos mismos, es decir, doctores y licenciados graduados, formados en comunicación social, a quienes, parece, se les deberían reservar los graves cargos estratégicos de la comunicación.

En el sector dos, médicos, abogados, veterinarios (¡sic!) “con conocimiento específico de su formación, pero con experiencia comunicacional”. Aquí pongamos a los que en el medio periodístico -yo no-,se les llama chantunes: los abelesconejos metidos a columnistas tribunescos como si no tuvieran nada para hacer en sus cargos públicos, los urtebeyes ahora radiales y nostálgicos de su poder y, quién dice, a los rubertosaenz haciendo karaoke con Sandro.

Y en el sector uno -equivalente al bajo fondo del periodismo telúrico- se encontrarían “hombres y mujeres con estudios básicos o carreras incompletas”, pongámosle un Moisés Koss, una Paula Poma, un Gerardo Rebak, un Antonio Oieni, y tantísimos más, esta gente escasamente académica o que no ha llegado a completar sus estudios, que no tiene títulos para exhibir, y que sólo, sólo, han adquirido conocimientos de su experiencia porque casi no fueron a clases y sólo devoraron libros como autodidactas, nunca los libros «competentes» previamente fijados por el profesor en el programa.

Se nota que los autores del proyecto leyeron en la universidad a la Divina Comedia. O tuvieron como profesores a recalcitrantes platónicos amantes de las teorías y de la Academia. O se les hizo una ensalada con esa literatura.

¿A donde me pongo yo mismo, que sin título a la vista y por concurso dí clases durante cuatro años de Prensa Escrita e Investigación Periodistíca en el primer año de la carrera de Comunicaciones de la Universidad Nacional de Salta, y ahora estoy a cargo de un taller de Investigación Periodística en la Católica y que quedaría, a falta de diploma que mostrar, fuera de la colegiatura?

Me pondré más dramático aún. ¿Será que los propios estudiantes a los que formé, ahora licenciados me expulsarán con la colegiatura fuera del mundo de las comunicaciones y ya no podré dar una clase? ¡Oh no!, ¡tendré que dedicarme a cantar tangos!

No señoras y señores impulsores del proyecto, no senador Calabró, las comunicaciones -y dentro de ellas el periodismo- no son una ciencia nacidas del vientre de las universidades. Llegaron de saberes previos, pero también también -escúchenme bien- se fundamentan en un  derecho previo que nació con el mismo país para todos y todas, como el pescado en la época de Cristina.

Y un derecho político, sí señoras y señores. Es decir, no invoquen la ley de medios para llevar agua a su molino, sino para dar a conocer el principal objetivo de los servicios audiovisuales, cual es nada más que “la promoción y garantía del libre ejercicio del derecho de toda persona a investigar, buscar, recibir y difundir informaciones, opiniones e ideas, sin censura, en el marco del respeto al Estado de Derecho democrático”, según recuerda su texto.

 Así que lxs periodistas puedan seguir comunicando, sin los controles de una colegiatura. Lo mismo que lxs historiadores, y lxs filósofos, lxs músicos, y lxs escritores. Y la cuenta puede ser infinita.

Ah, y que Sáenz haga el ridículo con un programa en TV de karaoke, si quiere.