junio 22, 2021

Regina Coelis

Por Andrés Gauffin

Allá por abril de 1987 un avión llegó a Salta trayendo a un hombre que vestía siempre de blanco y llevaba una especie de gorrito también blanco, sobre la cima de su cabeza.

Algunos meses antes un gobernador astuto como un zorro había alquilado, con recursos de la provincia, un Boeing que transportó a Roma a decenas de peregrinos, ya saben que en Salta habemus muchos, y también saben que dentro de la palabra “peregrinos” cabe de todo, esto incluso desde la primera peregrinación que se hizo a Santiago de Compostela.

Y sí, dentro de ese Boeing cabió, digo cupo, de todo: además del político audaz y ventajero, el funcionario que aprovechó para viaticar (y sí, si iba al Vaticano, pué) y para comerse una pizza en una fonda de Roma y la monja cuyo mayor sueño había sido siempre emocionarse hasta el desmayo en la plaza San Pedro cuando el Sumo Pontífice rezara el Ángelus.

Yo estoy seguro que a Santiago de Compostela, allá por la Edad Media cuando se inventaron las peregrinaciones, caminaron hombres y mujeres que en realidad querían, también, comerciar, hacer sus negocios, vender y comprar algo.

Y los que deseaban llegar rápido sólo para sacarse una selfie y subirla a sus grupos de wp o hacerse de un amor porque Zuckenberg,  o como se llame,  no había inventado todavía el Face parejas.

Así que en ese Boeing que fue al Vaticano en enero de 1986 a pedirle al hombre de blanco que visite Salta, abundaron – para ser fieles a la tradición- los que buscaron hacer su negocio: su negocio político, su negocio social, su negocio económico y hasta su negocio religioso, es decir, aquellos que llagan sus pies de tanto caminar, pero siempre para recibir algo después.

Bueno, capaz que este no sería el caso, pues los Boeing ya venían con mullidas alfombras.

Fue también a Roma, posiblemente, alguno, alguna, de esos raros, raras, devotos, devotas, devotes es más sencillo en este caso, para quienes una imagen de la Virgen, o una cruz tal vez, son nada más y nada menos que un signo para seguir viviendo pese a las más grandes adversidades, sin jorobar a nadie, y disfrutando inclusive de un plato de picante de pollo, por ejemplo, el día de la Virgen de Urkupiña y de otro viajecillo en el caso de mi madre y, por si ello fuera poco, amando  y sonriendo a quienes tienen a su alrededor.

Sí, posiblemente fue a Roma alguna de esa gente rara, porque que las hay, las hay.

Bueno, resulta que cuando el 8 de abril de 1987 llega a Salta ese hombre de blanco que había sido invitado por los peregrinos, una multitud lo aborda en el Hipódromo de Limache, a donde lo llevan no para hacer apuestas, claro, sino para que proclame su mensaje a la salteñidad, que no existe pero sirve para estas ocasiones.

Político al fin, este hombre trata de convencer que Salta “es” católica haciendo algo de historia, a su modo. Pero también reitera un mensaje un poco más humano, que reiteraba por entonces, algo así como “Sed fuertes”, ya saben ustedes que los papas hablan correctamente el castellano.

Y tal vez llevaba ese mensaje porque él mismo se sentía demasiado débil y andaba buscando ejemplos vivos de fortaleza, y de deseos de seguir viviendo pese a todo.  Y los gritos desaforados de “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo” que un cura gritaba en las gradas del hipódromo no le servían mucho para el caso.

Tengo para mí que cuando lo llevaban a la curia, sólo en su jaula de cristal llamada papamóvil, vio entre la multitud que lo aclamaba, a muchas mujeres, entre ellas mi madre, que le saludaban sonrientes, esas que ríen en plena luz, como cantaría Silvio Rodríguez, a pesar de toda oscuridad.

Mujeres que no ansían otro purgatorio, que el de la lucha cotidiana, ni otro cielo que el de sus amores, ni otra tierra prometida que el destino de su próximo viaje, como en el caso de mi madre. Pero que si, por esas cosas de la vida, les cayera otro cielo de yapa, chochas de la vida, claro.

Tengo para mí que ese hombre de blanco quiso conocer a mi Regina personalmente y tan, pero tan bien le hizo conocerla, tan prendado quedó de su belleza y fortaleza, que le dedicó también esta bella canción cantada en latín por supuesto, porque los papas también son humanos y se les hace difícil expresar sus más profundos sentimientos.

Espero que les guste.